“Terapias” de conversión
Los abusos detrás de una falsa terapia
Las llamadas “terapias de conversión” son prácticas pseudocientíficas que pretenden cambiar la orientación sexual o identidad de género de una persona. Se basan en creencias erróneas e irracionales que definen la diversidad como un problema que debe corregirse. Así, a pesar de presentarse como supuestos procesos terapéuticos, en realidad son una forma de violencia psicológica.
Estas prácticas incluyen desde técnicas conductuales extremas hasta manipulación emocional y religiosa. Sus efectos pueden ser devastadores, dejando graves secuelas emocionales que, incluso, pueden llegar a durar toda la vida.
Ejemplos de terapias de conversión:
Ser LGTBIQA+ no es una enfermedad, pero las terapias de conversión sí causan un daño real
En algunos entornos religiosos, estas prácticas coercitivas se justifican a través de argumentos espirituales o doctrinales. Se promueve la idea de que la orientación sexual y/o la identidad de género no normativa es un “pecado” o una desviación que debe corregirse.
Se utiliza la fe como una herramienta para presionar a las personas a cambiar quiénes son, arrastrándolas a procesos culpa, vergüenza y rechazo.
Muchas de estas prácticas se realizan dentro de iglesias, grupos de oración o comunidades religiosas cerradas, donde se impide cualquier contacto con discursos queer-afirmativos.
Esto puede generar un conflicto profundo entre la fe y la identidad personal
La religión no debería de ser el vehículo de negación de la propia identidad.
Otras muchas veces, estas “terapias” dañinas se promueven dentro de la propia familia o círculo cercano. La presión por encajar en las expectativas sociales impulsa a padres y madres hacia estas prácticas coercitivas creyendo que así «ayudan» a sus hijes. En estas ocasiones, la propia persona suele acceder a participar en ello por miedo al rechazo de su entorno.
Con ello, el entorno juega un papel clave en la aceptación o en el rechazo de la diversidad así como en los sentimientos fuera de la cisheteronormatividad. De esta manera, tanto el seno familiar como las comunidades donde interaccionamos pueden ser espacios de apoyo fundamentales para nuestro bienestar. No obstante, también pueden convertirse en los primeros lugares de violencia psicológica y daño hacia nosotros mismos.
Frases dañinas comunes en el entorno familiar:
"Es solo una fase, te ayudaremos a cambiar" "Dios te puede sanar si te esfuerzas" "Te vamos a llevar a alguien que te ayude" "No digas nada, esto es una vergüenza para la familia"
El amor familiar debe ser incondicional, no condicionado a la identidad
Las terapias de conversión están asociadas con altos niveles de ansiedad, depresión, estrés postraumático e incluso pensamientos suicidas e intentos autolíticos. La negación de la identidad genera un daño profundo y duradero.
No solo afectan a nivel emocional, sino que pueden alterar la autoestima, la confianza en los demás y la percepción de la propia valía. Muchas víctimas tardan años en recuperarse y reconstruir su identidad después de haber sido sometidas a estos procesos.
No es terapia, es abuso
En España, La ley 4/2023 para la igualdad real y efectiva de las personas trans y para la garantía de los derechos de las personas LGTBI prohíbe por primera vez “la práctica de métodos, programas y terapias de aversión, conversión o contracondicionamiento, en cualquier forma, destinados a modificar la orientación o identidad sexual o la expresión de género de las personas, incluso si cuentan con el consentimiento de la persona interesada o de su representante legal». Estas prácticas son consideradas una violación de los derechos humanos y pueden conllevar sanciones legales para quienes las realicen.
El reconocimiento legal de este problema es un paso importante, pero aún hay desafíos en su aplicación. Muchas de estas prácticas siguen ocurriendo en la clandestinidad, disfrazadas de asesoramiento espiritual o apoyo supuestamente psicológico.
Puntos clave de la ley:
La identidad no se cura porque no es una enfermedad
A pesar de la prohibición, siguen saliendo a la luz casos de personas sometidas a estas prácticas en España y en otros países. Algunos han denunciado públicamente a instituciones que las realizan, mientras que otros aún temen hablar.
Organizaciones de derechos humanos siguen alertando sobre la necesidad de mayor vigilancia para evitar que estas prácticas continúen bajo nombres diferentes.
Validar el daño sufrido es fundamental para comenzar tu propio proceso de recuperación. Una terapia afirmativa, se centra en la autoaceptación y en desmontar el sentimiento de vergüenza y culpa que estas experiencias pueden generar. No se trata solo de dejar atrás el trauma, sino de reconstruir la identidad desde un lugar de amor propio.
El trabajo terapéutico debe enfocarse en recuperar la confianza en la propia identidad y fortalecer la autonomía emocional y seguridad personal.
La recuperación implica reconstruir la autoestima y fortalecer redes de apoyo y, desde esta mirada, aprender a poner límites con entornos dañinos es clave para el bienestar emocional. Muchas personas encuentran apoyo en comunidades LGTBIQA+ o en grupos de ayuda donde pueden compartir sus experiencias y sentirse acompañadas.
El acompañamiento psicológico ayuda a transformar el dolor en resiliencia y empoderamiento.
Nadie debería sentir que su identidad es un error. Si has pasado por esto, recuerda que no estás solo/a/e. Existen profesionales y comunidades que pueden acompañarte en tu proceso.
Si necesitas ayuda, busca espacios seguros donde puedas hablar y sanar sin juicios.
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